U$S 600
En Tristezas, Carol Honigsberg plasma la melancolía como un susurro silencioso que se adhiere al alma. Un rostro de perfil, delicado y pensativo, emerge entre veladuras y texturas irregulares, como si estuviera esculpido en la memoria del tiempo. Los pliegues y arrugas del soporte sugieren grietas emocionales, caminos recorridos por la experiencia y la pérdida. La monocromía en tonos tierra intensifica la sensación de quietud y recogimiento, mientras la mirada, dirigida hacia un punto invisible, invita al espectador a compartir un instante de introspección profunda. Más que una imagen, la obra se siente como un eco emocional, donde la tristeza no es desesperanza, sino una forma