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Andrés, mi hijo de 6 años, ha sido una verdadera inspiración al retratarlo. Desde el momento en que le pregunté si quería colaborar en este proyecto, su compromiso fue admirable. Nuestra amiga Karim diseñó su atuendo inspirado en un joven florentino, y juntos dispusimos cada elemento del entorno hasta lograr capturar el concepto que queríamos transmitir. ¿Y cuál es ese concepto? La importancia de las tradiciones y el legado de sus antepasados en su presente y futuro. Cada libro en la escena representa a una generación pasada: su padre, su abuelo, su bisabuelo, y así sucesivamente. No todos han dejado la misma huella; algunos han aportado más, otros menos. Por eso, los libros están dispuestos en diferentes posiciones, algunos hacia atrás, otros hacia adelante, y no perfectamente alineados entre sí. El libro abierto representa a su padre, su fuente de consulta en el presente. Al fin y al cabo, ¿qué desea un padre? El éxito y la felicidad de su hijo. Los instrumentos musicales, en particular el mandolino que adquirimos en Salerno, Italia, cuando Andrés aún estaba en el vientre de su madre, evocan la alegría y la esperanza. El pie descalzo en contacto con los libros simboliza la conexión íntima y directa con el legado familiar. Los niños, inevitablemente, necesitan de sus padres y abuelos para formar su identidad. El otro pie, ligeramente elevado, refleja la independencia de Andrés para forjar su propio camino y escribir su propia historia. ¡Qué desafío es todo esto! Sin embargo, su mirada no refleja duda, sino determinación, confianza y seguridad. Para un padre, su hijo es un príncipe: el príncipe de nuestro hogar y de nuestra herencia.